El poder de la sensibilidad

(AHIMSA. Artículo publicado en Yoga Journal, sección Yoga Dinámico)

Más allá de mandamientos morales de no violencia, no comer carne, etc. Ahimsa, sensibilidad, es la cualidad esencial de la vida, de cada una de tus células, de consciencia.

 A la vida le llevó 3.000.000.000 de años perfeccionar su habilidad de sobrevivir y continuar por medio de una sola célula, de seres unicelulares. Una vez que hubo perfeccionado las dinámicas de integridad celular, comenzó a diversificarse en cientos, miles y finalmente millones de formas de vidas pluricelulares. Desde la unidad, se da una diversificación sin fin en multiplicidad, todo basado en la integridad dinámica de la célula. Una diversificación que alcanza su cima de multiplicación, organización y sofisticación celular en el ser humano, nosotros, que somos, biológicamente hablando, la cumbre de la creación. La expresión más espectacular de vida del universo conocido.

Aunque esta increíble diversificación y complejidad llevó mucho tiempo, todo se basa en la mayor sencillez: la habilidad de las células de discernir, de discriminar, de sobrevivir. Cualquier célula viva tiene necesidades específicas de supervivencia con las que debe encontrarse. Para hacerlo es capaz de reconocer con total exactitud seguridad y peligro. Cada célula del cuerpo puede siempre, con precisión infalible, discriminar entre oxígeno y dióxido de carbono, ácido y alcalino, sodio y magnesio. De no ser así no podríamos estar vivos. Esta es la dinámica fundamental de la vida en sí, sensibilidad al estímulo. Cuando una célula pierde esta capacidad, está muriendo.

Sin embargo, hay algo más que biología en lo que a vida se refiere. No somos sólo una configuración celular sofisticada. Estamos algo más que vivos. Somos conscientes. No solo del estímulo externo, sino de nuestras propias respuestas, reacciones, pensamientos, deseos y decisiones. El organismo humano, en su espectacular complejidad, no es sino la apertura de consciencia más sensible que ha producido la vida.

Los yoguis han sabido siempre que la consciencia no es una manifestación fenoménica accidental, es fundamental a la existencia en sí. Es fundamental a nuestra existencia individual. Es de hecho lo que somos. Es lo que yoga está designado a revelar. Yoga es el medio por el cual nuestras naturalezas biológica y espiritual pueden ser reconciliadas profundamente, incluso integradas plenamente.

La Consciencia funciona a través del organismo humano como “conciencia de”. “Conciencia de” es la base de nuestra vida. Para ser humano plenamente, para vivir la vida con plenitud, hemos de hacernos íntimos con la conciencia, así como con nuestros cuerpos. Éste de hecho es el propósito más profundo de las posturas de yoga. Al tiempo que invitan la reintegración del cuerpo, permiten también la posibilidad de experimentar nuestra verdadera naturaleza directamente en y a través del él. Es solamente entonces que maduran los frutos de yoga más profundos.

Sensibilidad no es solo el agente fundamental de la vida, es también la expresión básica de la consciencia en sí. Mientras la mente pudiera fácilmente estar confundida, consciencia no puede estarlo. Consciencia es por naturaleza exquisitamente sensible a todo en su ámbito. Es solo en base a esa sensibilidad que nuestras células pueden reaccionar, que las mentes pueden interpretar. Así, la sensibilidad de la célula, es una expresión de consciencia antes de que se convierta en ‘conciencia de’ a través del cerebro.

Como la base de vida y conciencia es sensibilidad, también es y debe ser la base de yoga: Ahimsa. Sensibilidad a las sensaciones debe ser la base de la práctica de las posturas de yoga. La cual, si es entregada a la ambición, el deseo, o incluso el conocimiento, fracasará. No nos permitirá que nos volvamos íntimos con nuestros cuerpos, ni que decir tiene con la ‘conciencia de’ o sencilla y abiertamente consciencia.

La vida moderna nos ha alejado de nosotros mismos. No solo de nuestros cuerpos, sino de lo que conllevan y expresan. La práctica de las posturas de yoga es el remedio perfecto para ello, pero solamente si la usamos con sabiduría. Más que nada, se basa en la voluntad de ser sensible a las sensaciones cambiantes en el cuerpo. Lo cual no solo nos aleja de la separación cuerpo-mente, sino que nos lleva a estar directamente en el momento presente de lo que está sucediendo.

Las posturas de yoga son lentes. Lentes para concentrar conciencia, y permitirnos volvernos más conscientes de lo que somos. Traen nuestra atención primero al cuerpo, luego a la mente, entonces, a conciencia en sí. Y de paso integran el cuerpo y armonizan cuerpo y mente. Lo hacen llevando el momento presente de nuestras acciones y pensamientos a un enfoque claro. Ello es solamente posible si se basa en sensibilidad. Sensibilidad a las sensaciones en los músculos y articulaciones. Este es el único modo del que podemos realmente volvernos más conscientes de lo que somos a través de la práctica de posturas de yoga. Hemos ser capaces de sentir claramente el impacto de lo que estamos haciendo con y en nuestros cuerpos. Esto no es posible si estamos siendo agresivos o ambiciosos. Una práctica de yoga segura y eficaz está basada en nuestra habilidad de escuchar a nuestro cuerpo hablarnos a través de las sensaciones.

Las sensaciones de los músculos y las articulaciones son la base indispensable para abrir e integrar el cuerpo, que no puede hacerse cuando el cuerpo está asimilando nuevos patrones estructurales, ni cuando está bajo presión o reto. Debe hacerse en la seguridad de la sencillez, y a través de movimiento, porque el diseño humano es de y para el movimiento. No eres una piedra o un árbol, sino la forma más móvil que la vida ha desarrollado. Una forma que tiene, de hecho, diez articulaciones mayores que necesitan ser sensibilizadas: muñecas, tobillos, codos, rodillas, hombros, caderas, ingles, sacroilíacas, espalda baja y cuello.

Mientras el cuerpo aprende nuevos patrones de acción, los músculos, nervios y tejido conjuntivo se acomodan a las nuevas relaciones. Esto ocurre más eficazmente en movimiento, la quietud es más probable que genere tensión, inestabilidad, dureza y forcejeo. Algunos grupos de movimientos pueden ser usados para sensibilizar todas estas articulaciones. Al mismo tiempo, los mismos movimientos despiertan, desarrollan, fortalecen e integran los músculos que abren y cierran estas articulaciones. Una vez que el cuerpo ha sido sensibilizado, despertado e integrado, puede abrirse con seguridad a su pleno potencial.

Cuando una parte del cuerpo, ya sea músculo o articulación, se encuentra bajo presión o coacción, genera señales o sensaciones. Cuando se encuentra cómoda se vuelve silenciosa y su presencia es difícil de notar. Esto quiere decir que si es fácil sentir alguna parte del cuerpo, es que no está a gusto. Cuanto más intensa la sensación, más probable es que esté sufriendo daño, por sutil que sea. En yoga, por tanto, no buscamos solo silencio o tranquilidad de la mente, sino del cuerpo también. No profundizamos en las posturas por medio de incrementar la intensidad de las sensaciones que producen. Intensificamos una postura profundizando en el silencio del cuerpo y de la mente.

El movimiento puede sensibilizar todas las articulaciones si tenemos la voluntad de volvernos capaces de sentir las sensaciones sutiles. Esto es especialmente cierto en la espalda baja. Cualquier sensación evidente, clara, en la espalda baja indica presión. Incluso si es sutil, si esta presión está continuamente ocurriendo producirá dureza y rigidez, y finalmente algo peor. Intimar en la sutileza de las sensaciones expresadas por una espada baja que esté cómoda y a gusto, es indispensable para la práctica de posturas avanzadas. Ser íntimos con todas nuestras articulaciones es la única manera de volverse íntimo con todos los músculos.

Para ser sensibles a las articulaciones, necesitamos ser sensibles y conscientes de las relaciones entre las partes del cuerpo. Las relaciones entre las manos y los hombros, por ejemplo, es la clave para la libertad del cuello, de la caja torácica, y una de las claves para el estado de la espalda baja. Cuando practicamos ullola, el cuerpo producirá sensaciones en los músculos que están siendo usados y las articulaciones a las que están afectando. Todo lo que necesitamos hacer es sentir estas sensaciones tan profunda, directa y claramente como sea posible mientras confiamos en la sabiduría intrínseca del cuerpo para ajustarse a sí mismo. Nos comprometemos a ser sensibles más que a alcanzar ningún otro objetivo. Así, el cuerpo puede cuidarse así mismo por medio de la integridad celular que le llevó 3.000.000.000 años desarrollar. Una integridad que jamás podemos mejorar con nuestras mentes, no importa cuánto conocimiento de anatomía pudieran haber acumulado.

Artículo Godfrey Devereux y José Luis Cabezas
Fotos joselkam