INTEGRIDAD

La vida se basa en una precisa sensibilidad orgánica a la muerte. Una mala interpretación a nivel celular significa muerte. 3.500.000.000 años de ensayo y error funcionando como el mecanismo dolor-placer en cada célula, tejido y órgano viviente. Este mecanismo es una habilidad infalible para distinguir entre peligro y seguridad, dolor y placer. Nos dice de mover la mano de una hornilla caliente, ponernos un abrigo en invierno, al diafragma contraerse cuando la sangre que está pasando a través del centro respiratorio del cerebro está baja en oxígeno. El guru interior está infaliblemente instalado como integridad celular. Una integridad basada en la infalible precisión del mecanismo dolor-placer.

Para recuperar la integridad inherente del cuerpo la práctica de yoga solo puede hacerlo a través de escuchar hablar la mecanismo dolor-placer. Habla un lenguaje binario: sin sis, peros o sin embargos. Sólo sabe dolor o placer, sí o no. Nos habla en todo momento. Podemos aprender a oírlo, escuchándolo. A medida que lo oímos más claramente, le respondemos más y más honestamente. Porque el impulso natural de la vida a sobrevivir, a crecer próspera, es profundo e irresistible. Emerge implacablemente desde cada célula de nuestro cuerpo, a través de cada tejido y órgano. Navega y gobierna a través del mecanismo dolor-placer.

No es conocimiento lo que necesitamos para practicar yoga, sino sensibilidad al mecanismo dolor-placer. Sensibilidad a las sensaciones en las articulaciones y músculos. Nada más y nada menos que esto se requiere. Volviéndonos más y más sensibles y responsables (hábil de respuesta) a las sensaciones físicas, recobramos y expresamos la integridad inherente del cuerpo naturalmente y sin esfuerzo. A medida que recuperamos la integridad intrínseca del cuerpo, su unidad inherente con mente y espíritu se manifiesta y los frutos de yoga más profundos maduran espontáneamente sin necesidad ninguna de ponernos ninguna vestimenta conceptual derivada.

La metodología de yoga no es tanto un conjunto de técnicas, sino el modo en el que la técnica es aplicada. Esto es llamado por Patanjali "yama", y tiene cinco aspectos: sensibilidad (ahimsa), honestidad (satya), apertura (asteya), presencia (brahmacharya), y generosidad (aparigraha). Cualquier que sea la técnica debe incorporar estos principios si es para invitar el despliegue interior de yoga: asana, pranayama, pratyahara, dharana, dhyana, samadhi. Sin embargo por muy honesto que sea el reflejo pronto revela que estas cualidades fluctúan sean cuales sean nuestras mejores inenciones. No pueden ser impuestas arbitrariamente. La conciencia de su fluctuación nutre su presencia por virtud del impacto integrador de conciencia en sí misma.

Usándolos como lentes, más que como mandamientos, nos invitan a sentir, reconocer, admitir, abarcar y aceptar (yama) lo que está sucediendo. Su valor como herramientas es entonces tan solo secundario. Si yama es considerado como una herramienta pronto se vuelve un látigo fustigador. Nos juzgamos a nosotro mismos de acuerdo a su presencia o ausencia, y fácilmente nos atrapamos en orgullo, vergüenza y autoengaño. Como herramientas nos aportan acción efectiva, pero no puede ser garantizado. Como lentes nos acercan a las profundidades y sutilezas de la vida, y resultan ser las cualidades fundamentales de conciencia en sí.