Pranayama en la luz de Consciencia

Según parece, Pranayama tuvo alguna vez un lugar más central en la práctica de yoga que el que tiene en estos días. Aunque los Yoga Sutras de Patanjali son citados a menudo como el texto central de yoga, lo que se practica actualmente en nombre de yoga, ya sea sobre una esterilla o un cojín, tiene un parecido y una relación más directos con los textos medievales más recientes, como el Hatha Yoga Pradipika. En éste y otros textos similares, hay considerablemente más contenido dedicado en calidad y detalle a la regulación de la respiración que a las prácticas posturales. No obstante, el Hatha Yoga Pradipika y otros textos medievales indican claramente que Hatha Yoga es una preparación para Raja Yoga.

Al mismo tiempo, parece haber un enlace directo entre la metodología de regulación de la respiración del Hatha Yoga conocida como Pranayama y la presentación de Pranayama en los Yoga Sutras de Patanjali. Particularmente en el Yoga Sutra II.50 donde Patanjali usa los términos sánscritos para «lugar», «tiempo» y «número». No es muy difícil relacionar esas palabras con los aspectos centrales de la metodología popular de Pranayama. Lugar (desa en sánscrito) puede relacionarse a las cuatro fases de la respiración: inhalación, suspensión interna, exhalación y suspensión externa. Tiempo (kala en sánscrito) se puede relacionar con la longitud o duración de las fases de la respiración. Número (samkhya en sánscrito) puede relacionarse con el número de rondas o ciclos practicados.

A primera vista esto parece confirmar que las prácticas de Hatha Yoga están relacionadas directamente con el yoga «clásico» más antiguo presentado por Patanjali, pero podría no ser el caso. El asunto con el que nos encontramos primero es el de la traducción e interpretación, especialmente de los Yoga Sutras. Necesitamos más que habilidad lingüística para traducir un texto que trata de las raíces y sutilezas de la experiencia humana, dentro de las que las dinámicas de cognición, percepción y consciencia son analizadas directamente en relación con la experiencia. Necesitamos tener también una clara comprensión del territorio que está siendo analizado, y la educación moderna no aporta esta comprensión. Sólo puede darse de una intimidad profunda con la inteligencia humana y su habilidad de generar una visión clara de las dinámicas funcionales de la cognición humana. Esta intimidad es posiblemente provista sólo por la meditación profunda.

Sin la profundidad de experiencia adecuada, ninguna cantidad de fluidez lingüística permitirá que las declaraciones crudas y tersas de los Yoga Sutras sean interpretadas con precisión. Siendo así, quizás no debiera sorprendernos encontrar que la mayoría de las interpretaciones y traducciones del texto de Patanjali, si no todas, expresan las suposiciones y prejuicios del comentador más que el entendimiento de Patanjali. De hecho, cualquier comentador que no aclare esa posibilidad, probablemente no debiera ser fiable de entender las sutilezas de la inteligencia humana. En cuyo caso, pueden ser difícilmente fiables para interpretar los Yoga Sutras.

Los ocho miembros de yoga, presentados por Patanjali en el segundo y tercer capítulo de los Yoga Sutras, son quizás la parte más conocida de su texto, lo cual no significa que sean comprendidos claramente. Si vamos al sánscrito que usa Patanjali para presentar el tercer y cuarto miembro, Asana y Pranayama, sale a la luz un segundo problema de intención o técnica. Aunque Asana se considere generalmente una técnica que involucra el cuerpo, no hay nada técnico en las palabras de Patanjali, que son claramente descriptivas más que preceptivas. No hay referencia a ninguna forma específica ni posturas. Sólo a cualidades experienciales.

Como Patanjali declara en el principio de su presentación de Pranayama que éste ocurre dentro de Asana (tasmin sati), necesitamos entender qué es Asana si queremos entender lo que es Pranayama para Patanjali. En efecto, Patanjali describe Asana en cuatro sutras de dos palabras. El primero yuxtapone sthiram (firmeza o estabilidad) a sukham (facilidad, gozo). El segundo yuxtapone prayatna (esfuerzo, tensión) a saithilya (relajación, soltura). El tercero yuxtapone ananta (interminable, infinito) a samapatti (intimidad, fusión). El cuarto yuxtapone dvandvha (opuestos, dualidades) a anabhighatah (inmunidad, trascendencia).

Esto es claramente descriptivo más que preceptivo, describiendo una experiencia más que una técnica. Una experiencia en la que el cuerpo se percibe de una forma radicalmente diferente de lo acostumbrado. La mayoría de los practicantes de posturas de yoga han tenido este tipo de cambio de percepción en la que su cuerpo ya no es percibido como una estructura tridimensional finita y precisamente localizada. En efecto esta pudiera ser la característica que define estar «en la zona» o «en el flujo» sobre una esterilla: el carácter percibido del cuerpo se disuelve en una presencia amorfa de deleite dentro de la que las distinciones dualistas, funcionales y estructurales, entre derecha e izquierda, arriba y abajo, zona anterior y posterior, adelante y atrás, dentro y fuera ya no tienen relevancia alguna, ni siquiera presencia.

Si es así, Pranayama según Patanjali, sería una profundización de esa experiencia somática no dual, ni lineal, a través de conciencia de la respiración. Casi cualquier meditador con experiencia podría probablemente confirmar esta tipo de experiencia, dentro de la que el asentamiento del cuerpo en quietud deja como sensaciones más consistentes y obvias las generadas por la respiración. La atención es naturalmente tomada entonces por esas sensaciones hacia una profunda intimidad (samapatti) con la presencia de la respiración. En lugar de tomar control de la respiración, lo cual no sería posible dentro de una experiencia somática sin puntos de referencia funcionales y estructurales, Pranayama sería una extensión natural de la experiencia sin dimensiones de Asana. Las características funcionales y estructurales de la respiración (dualistas) se volverían sin sentido, irrelevantes e imperceptibles mientras que la conciencia sería absorbida hacia los flujos profundos de consciencia misma.

Que es exactamente lo que Patanjali declara en el último sutra de su presentación de Pranayama. «Dharanasu ca yogyata manasah» hace un enlace explícito entre Pranayama y la primera fase de la «mente meditativa», Dharana, que es el sexto miembro presentado por Patanjali. Aunque esto parece saltarse el quinto miembro, Pratyahara, sin embargo Patanjali lo presenta inmediatamente.

En sus presentaciones de Asana, Pranayama, Pratyahara, Dharana, Dhyana y Samadhi es muy difícil encontrar tanto prescripción como técnica. No es tan difícil ver que Patanjali está describiendo un despliegue paso a paso de conciencia hacia el interior, desde el cuerpo y su respiración a través de la mente hasta consciencia. Los Yoga Sutras son un «mapa de lo que es» y de «lo que ocurre» más que un «manual de instrucciones».

En su presentación de Pranayama podría haber una excepción de esta consistencia descriptiva. No sólo en su uso de las palabras desa, kala y samkhya sino también, y quizás más revelador, en su uso de la palabra viccedah. Cuatro comentadores contemporáneos (Feuerstein, Stiles, Iyengar y Huston) ofrecen las siguientes opciones en inglés (aquí en español) para esta palabra clave: cortar, cese, paro, interrupción.

Estas palabras parecen implicar claramente intención, regulación y control, sin embargo puede que no sea el caso. De hecho, cualquiera que haya experimentado un despliegue interior de conciencia profundo en la presencia clara de consciencia sabe que un evento así no puede ser producido por esfuerzo ni control nunca. Incluso la insinuación de esfuerzo o intención más ligera mantiene a la mente en sus limitaciones lineales y dualistas. Más bien el despliegue interior del flujo de conciencia presentado por Patanjali tan clara y elegantemente, sucede única y exactamente porque se ha dejado ir todo esfuerzo e intención en la inteligencia de consciencia fluyendo libre. Esto, claro está, es lo que significa entregarse, o rendición. No someterse a poder superior alguno, sino dejar de resistir la presencia de inteligencia natural, y esa resistencia se da especialmente en nuestros intentos de hacer que algo suceda.

Quizás no haya nada tan evidente para la mente contemporánea como la relevancia o incluso importancia del esfuerzo y la intención. Casi todo lo que valoramos en nuestras vidas puede conectarse a ellos: logros, habilidades, conocimiento, estatus, riqueza. Sin embargo, si aplicamos esta suposición a la autoindagación, o yoga, encontramos que no sólo es inválida sino que inhibe nuestras posibilidades más profundas. Para entender cómo funciona esto, necesitamos distinguir claramente entre autoindagación y autodesarrollo. Y por tanto, entre Pranayama como autodesarrollo practicado para mejorar nuestras habilidades o desarrollar nuestro poder y Pranayama como autoindagación, donde es sencillamente un medio para explorar la sutilezas de nuestra naturaleza. Mientras el autodesarrollo nunca puede brindar los frutos de la autoindagación, autoindagación genera naturalmente muchos de los beneficios que persigue la automejora, en particular claridad, tranquilidad y comprensión.

Mientras el autodesarrollo es siempre emprendido desde la insatisfacción por sutil que sea, buscando una meta preconcebida (aunque fuera concebida o definida con ligereza), la autoindagación es, y debe ser, completamente abierta. Ha de estar libre de cualquier fin particular y completamente abierta a todo lo que puede existir. Si aplicamos esta distinción a Pranayama, hallamos que el enfoque del Hathayoga Moderno no concuerda con el enfoque Clásico de Patanjali ni en sus procesos ni en sus posibilidades. Se presenta y casi siempre se emprende claramente en pos de un fin que se supone va a producir satisfacción y/o plenitud de una manera imaginable e idealizada.

Si volvemos al texto de Patanjali, a la luz de esta distinción entre automejora y autoindagación, podemos encontrar implicaciones radicalmente diferentes para esas cuatro palabras: cese, lugar, tiempo y número. Por supuesto podemos aplicar intención a la respiración y detenerla, por un tiempo. Del mismo modo podemos regular fácilmente la velocidad, duración y ritmo de nuestra respiración. Todo ello tiene lugar en la práctica contemporánea de Pranayama. No obstante, dentro del contexto descriptivo de los Yoga Sutras como un todo, y de los ocho miembros en particular, se sugiere otra posibilidad. Una posibilidad que se basa en la inteligencia de consciencia, expresándose a sí misma a través del poder de conciencia consciente.

Esta posibilidad extiende simultáneamente otras posibilidades radicales y potentes posibilidades a nuestra experiencia, no sólo de la respiración, sino de nuestra presencia contextualizadora más profunda como consciencia expresándose a si misma. Como consecuencia vierte una incisiva luz sobre nuestra naturaleza. Aunque casi todo el mundo sepa que es posible regular la respiración por aplicación de la intención, la mayoría sabe también que simplemente prestando atención profunda y sostenida a nuestra respiración, ésta se transforma. Por supuesto esta transformación no refleja ni expresa un resultado intencional o preconcebido. Es el resultado espontáneo de la atención. Resulta del poder sutil de consciencia, como conciencia consciente.

En el Yoga Sutra II.50, la palabra que sigue a desa, kala y samkhya es paridrstah. Aunque Feuerstein, Stiles, Iyengar y Huston la interpretan respectivamente como «regulada», «medida», «regulada» y «observada», no es difícil ver el prejuicio en esas interpretaciones, excepto en la de Huston. Pero aún así, sugerir que Patanjali esté recomendando que simplemente observemos la respiración, es clasificarlo como extremadamente ingenuo respecto al poder y relevancia de la conciencia consciente. Como cualquier meditador dedicado podría confirmar, la observación de fenómenos internos puede ser calmante, pero es una aplicación seriamente limitada de la inteligencia de consciencia.

Mucho más potente que mantener una desapegada distancia entre el observador y lo observado, es dejar que la distinción aparente entre ambos se disuelva en lo que Patanjali llama «Kaivalya» en los Sutras II.25. Esta es la esencia de intimidad, que Patanjali llama «samapatti» en el Sutra II.47. La fruición (o fruto gozoso) de la intimidad interna es la conclusión de la separación habitualmente experimentada entre observador y observado. En el contexto de Pranayama, el respirador y la respiración se vuelven uno. El resultado de esta intimidad ilimitada es un ver profundo y claro en la naturaleza del sujeto, el objeto y su relación aparente. Se ve a través (paridrstrah) de la ilusión de separación hasta sus raíces más profundas. (Yoga Sutras II.20 – 25)

Esto, sugiere otro significado para esas cuatro palabras clave que han llevado a la popularidad al control de la respiración bajo el nombre de Pranayama. Lugar, tiempo y número son las tres clases fundamentales de características subyacentes que constituyen cualquier fenómeno. Todo fenómeno, ya sea una acción, un objeto, evento o situación está ubicado de un modo único en el espacio (desa), en el tiempo (kala) y por ello en relación (samkhya) con todos los demás fenómenos. Patanjali está lo más probablemente sugiriendo, no que regulemos la respiración, sino que nos «volvamos uno» con ella a través de volvernos íntimos con todas sus características fenoménicas. Que esto es así, no es sólo sugerido por la naturaleza no preceptiva de los Yoga Sutras, sino también por la naturaleza de la inteligencia humana.

La inteligencia cognitiva, tan celebrada y brillante como es ciertamente, sólo es la punta de la inteligencia humana. Funcionando a través de la sofisticación neurológica de la corteza cerebral, como lo hace, es una extensión directa de inteligencia somática. La inteligencia somática es en y como el cuerpo humano el fruto de 3.500.000.000 de años evolutivos de investigación y desarrollo. Aunque la inteligencia cognitiva de la mente humana es única y magnífica en su creatividad y poder, su efectividad se basa realmente en su inestabilidad, en su habilidad de dudar e imaginar. Sólo a través de la constante reaplicación de imaginación y duda puede llegar a una certeza efectiva. La inteligencia somática del cuerpo, por otro lado, aunque limitada en su alcance es mucho más estable y fiable que la de la mente. Está recogiendo, procesando y respondiendo constante y casi siempre exactamente a información química, mecánica y térmica para mantenerte vivo.

Toda esta inteligencia es lo suficientemente impresionante, pero aún así todavía hay más, mucho más, en relación a la inteligencia que eres. Está también la presencia inteligente de consciencia, que es el ámbito profundo tanto de la inteligencia como de la experiencia humana. Sin la presencia inteligente de consciencia no habría conciencia, ni experiencia, ni siquiera habría cuerpo ni nadie para saber o experimentar nada. La inteligencia de consciencia es quizás tan diferente en su naturaleza y funcionamiento de las inteligencias somática y cognitiva como éstas lo son entre si, sin estar separada de ellas. En particular, por estar completamente libre de prejuicios y selección. Mientras cuerpo y mente están ambos diferenciando y seleccionando continuamente, consciencia está completamente abierta a todo lo presente.

Aunque hay un poder en la habilidad del cuerpo y mente de distinguir y seleccionar, hay un poder más profundo en consciencia, en su habilidad para contener y revelar indiscriminadamente. Este poder se expresa no sólo en su capacidad de generar cambio espontáneo sino también en la naturaleza de ese cambio. Mientras la respiración se vuelve más calmada, más suave, profunda y más eficaz en la luz de conciencia, la conciencia consciente genera inherentemente un impulso hacia la armonía e integridad. Un modo en la que lo hace, es permitiendo a lo inútil, irrelevante e innecesario ser reconocido y cedido. Esto no solo desarma los hábitos ansiosos y neuróticos de la mente, sino que libera su energía habitualmente constreñida en la presencia inteligente de consciencia. Esto permite al campo de conciencia consciente profundizarse, aclararse y estabilizarse.

Dentro del contexto de la respiración, esto asume implicaciones muy específicas, señaladas directamente por Patanjali en su presentación de Pranayama. Dejar sencillamente al poder inteligente de consciencia brillar tan profundamente como sea posible en la presencia de la respiración, produce una transformación profunda (e incluso liberadora) en la mente, el cuerpo y la conciencia. Atención profunda a la respiración comienza a revelar la tendencia habitual e inconsciente de regularla innecesariamente. La inteligencia de la mente comienza a reconocer no sólo sus imposiciones sutiles sobre la respiración, sino también la naturaleza innecesaria e inútil de éstas. Al verse esos impulsos habitualmente inconscientes a la luz de conciencia, éstos se evaporan y sus tendencias subyacentes (vasana) se debilitan, atrofian y finalmente se disuelven. Al mismo tiempo la mente se desinteresa y vuelve incapaz de mantener su habilidad para distinguir entre las características dualistas de la respiración: inhalación/exhalación, rápida/lenta, suave/tosca, dentro/fuera, respirador/respiración, sujeto/objeto. Además suceden espontáneamente pausas (cese, interrupción) entre las dos fases de la respiración (kevala kumbhaka).

Cualquier intento o intención de regular la respiración en modo alguno, se vuelve irrelevante y finalmente imposible. La distinción y la volición respecto al fenómeno somático de respirar se desvanecen ambas. Mientras la atención es tomada sin esfuerzo hacia los flujos profundos de consciencia a través de Pratyahara a la mente meditativa. Finalmente, esta intimidad, que comenzó en Asana con la presencia del cuerpo, y se extiende a través de Pranayama en Samadhi, genera una intimidad profunda con nuestra naturaleza sutil como consciencia. Este es un proceso muy simple, pero profundo y potente, que ha de ser experimentado para entenderse plenamente. Llega a su fruición con la integración de la inteligencia cognitiva de la mente en la inteligencia espiritual de consciencia. Esto permite a la mente dejar ir su necesidad y habilidad de imponerse innecesariamente sobre la inteligencia del cuerpo, y la vida, mientras permite a la inteligencia de consciencia expresar su impulso intrínseco hacia la armonía e integridad más libre y plenamente.

A pesar de que regular la respiración a ritmos preconcebidos, e imposible de medir con exactitud, pueda resultar fascinante, hilarante y energizante, ello depende de las habilidades superficiales e inestables de la mente para refinar y controlar. La inteligencia de la mente, que es naturalmente inestable y poco fiable, se está imponiendo sobre la inteligencia del cuerpo, que es naturalmente estable y fiable. Así, la inteligencia de consciencia, aún más estable y fiable, y su habilidad para revelar y armonizar, queda oscurecida y obstruida. Este enfoque manipulativo de Pranayama, por excitante e impresionante que pudiera ser superficialmente, es un proceso muy limitado, y profundamente limitante, que hace poco más que reforzar y solidificar el sentido del yo, como el respirador, el hacedor o el controlador.

Por supuesto, en todo esto estoy afirmando y justificando mis propios prejuicios y suposiciones. Sin embargo, pudiera ser que no todos los prejuicios sean iguales, y que algunos de hecho estén mucho más cerca de la verdad que otros. Para que puedas conocer la diferencia cuando se trata de Pranayama, puede que necesites volverte tan íntimo como sea posible no sólo con tu respiración, sino también con las dinámicas por las que te es posible hacerlo: la relación funcional entre cognición, percepción, volición y consciencia.

¡Feliz meditar!

Artículo por Godfrey Devereux www.dynamicyoga.com

Traducido por Sergio Teodosio www.dynamicyoga.fr

Editado y publicado por Instituto Yoga Dinámico www.yogadinamico.com