Reflexión sobre la meditación somática
¿Por qué meditamos los que meditamos? ¿Para concentrarnos más fácilmente? ¿Para estar mejor? ¿Para aprender a no sufrir tanto? ¿Para estar más presentes? ¿Para entender de una vez por todas qué sentido tiene todo? ¿Para aprender a fluir? ¿Para experimentar que todos somos uno, que no hay nada separado de nada? ¿Para ver la realidad tal como es, sin añadir nada?
Todo eso son efectos de la meditación (tiene muchos más). Al cabo de un tiempo aparecen sin que nos demos cuenta de cómo han llegado. Eso sí, siempre que se practique la meditación sin ninguna intención de luchar contra los pensamientos o los sentimientos, de reprimirlos, de negarlos. Eso sería, a parte de inútil, frustrante y agotador. Meditar a base de pelearnos con cualquier pensamiento que aparezca no puede dar los frutos que le pedimos a la meditación. Igual que si abordamos la meditación con la intención de controlar los pensamientos. Si la idea de que alguien nos controle nos resulta insoportable, ¿por qué debería ser mejor que nosotros controlásemos los pensamientos?
La meditación somática es una perspectiva particular sobre la meditación. Hay muchas maneras de meditar: con un mantra, con un koan, contando las respiraciones, mindfulness, vipassana, visualizaciones, tibetana, zen, meditación trascendental… Todas tienen ventajas y desventajas. La meditación somática es compatible con todas las otras, las complementa. No es ni mejor ni peor, pero a mucha gente le simplifica el camino para adentrarse en las otras.
La meditación somática se enfoca en el cuerpo para tomar conciencia de lo que pasa en el momento presente. El lenguaje del cuerpo es básicamente el lenguaje de las sensaciones: a través de las sensaciones sabemos qué pasa, tanto si nos gusta como si no. La mente puede estar recordando algo, arrepintiéndose de otra cosa, planificando, criticando, elaborando teorías, deseando, calculando… Su tendencia es a ir incesantemente adelante y atrás en el tiempo saltando de pensamiento en pensamiento. El cuerpo, en cambio, lo que manifiesta es lo que siente en este preciso momento y en este sitio concreto. Se podría decir que en el cuerpo se manifiesta el presente a través de las sensaciones, y que las sensaciones son conciencia. Sólo hay que dirigir la atención a las sensaciones para descubrir y disfrutar de la unidad del cuerpo, la mente y la conciencia.
Hace poco vi una película, “El bosque de luto”, de Naomi Kawase, donde hay una escena en que el protagonista pregunta a un maestro zen cómo puede saber si está vivo o muerto. En respuesta, el maestro le pregunta si siente hambre; también pide a la persona que tiene al lado que le toque el brazo, y le pregunta si siente el contacto como agradable o desagradable. Es decir, lo remite a la experiencia del cuerpo como respuesta. La conciencia de las sensaciones que experimentamos en el cuerpo es la respuesta. ¿Hay algo más innegable que la experiencia?
En la meditación somática, pues, todo se hace por sí mismo. El cuerpo respira cuando y como tiene que respirar, y lo único que nosotros podemos hacer es darnos cuenta. Hay un momento en que vemos que no hay ninguna necesidad de hacer nada, ni mentalmente ni físicamente. Ni siquiera hay ninguna necesidad de observar. No quiere decir que no esté pasando nada. Mientras meditamos, la vida sigue. Siguen surgiendo pensamientos, los sentimientos siguen apareciendo, sigue habiendo sensaciones.
La meditación somática consiste justamente en dejar de hacer, en relajarnos plenamente, conscientemente, en lo que somos. En no luchar para llegar a algún objetivo, por muy noble que sea. En liberarnos de esa necesidad de luchar y de querer imponernos ideales, en liberarnos de la ambición, incluso de la ambición de meditar bien.
Esta renuncia a hacer implica humildad y aceptación, sinceridad y honestidad consigo mismo. Poco a poco, estas cualidades empiezan a salir fuera del cojín de la sentada y van impregnando nuestra vida simplificándola, facilitándola. Ese es otro de los beneficios de la meditación.
Meditar, desde este punto de vista, es limitarse a indagar. Permitir que la mente haga lo que es su función básica, indagar. Porque indagar es la expresión natural de la consciencia en el organismo humano. No hay que añadírsela. Indagar no es algo que tengamos que hacer. Es algo que ocurre. “¿Qué es eso?” es la pregunta constante del sistema nervioso en el organismo humano. Esta indagación es lo que ha hecho que como especie hayamos llegado hasta el día de hoy.
Indagar es la manera más directa de hacernos íntimos con nosotros mismos, con la realidad tal como es; la vía más segura hacia la sinceridad con nosotros mismos.
Indagar y experimentar son las herramientas clave de la meditación somática. Por eso lo más interesante es practicar y disfrutar de la práctica sin esfuerzos innecesarios, relajadamente, con una relajación activa y una presencia pasiva.
Reflexión publicada por Glòria Puig, profesora de Yoga Dinámico en Barcelona, originalmente en su blog